[Reseña] Paco Roca: La casa Sin valoraciones aún

Si hay algo que obsesiona a Paco roca – autor de El Tesoro del Cisne Negro – es el recuerdo y la memoria. Ya sea en Arrugas, El invierno del dibujante o en El Abismo del Olvido, la memoria es algo que ronda toda su obra de alguna manera.

La Casa es para mí una obra que me toca cerca y es por ello que es la que abre una pequeña trilogía sobre el autor.

Érase una vez una casa

Tres hermanos se reúnen en la casa de campo de la familia un año después de la muerte de su padre con la idea de prepararla para su venta.

La llegada en solitario y escalonada de cada uno de ellos remueve recuerdos y sentimientos enterrados por años de distancia y malos entendidos.

Poco a poco la labor de limpieza se convierte en un viaje emocional al pasado, donde se plantean los vínculos entre ellos y con su padre, haciéndoles dudar de estar haciendo lo correcto.

Los tres hermanos instalando la pérgola que su padre no puedo poner
La pérgola de la casa se convertirá un elemento central de la trama

La nostalgia bien jugada

«La casa» es una obra que destaca por su capacidad para evocar nostalgia y reflexión sobre la familia, el hogar y el inexorable paso del tiempo. En este caso Paco Roca no se pone delante de la historia, contándola como una vivencia personal.

Haciendo uso de la figura los tres hermanos y sus “visitas al pasado”, recapacita sobre la “fidelidad” de los recuerdos. Buscando no tanto la exactitud sino como las emociones que se producen entre las personas que eran en el pasado y en el presente.

Poco a poco los personajes se cuestionen tanto lo que creen saber, como la relación tuvieron entre ellos y con su padre, siendo ahora conscientes de su ausencia. Así, poco a poco, los tres hermanos comienzan a cuestionarse si deshacerse de la casa, es también “tirar” parte de su pasa y comienzan a comprender la obsesión de su padre por “la casita en el campo”.

Paco Roca, con su característico particular estilo de línea clara, logra contar una historia profundamente humana y emotiva. Una historia que nos obliga a cuestionarnos sobre nuestro legado. ¿Cuál será? ¿Son nuestras posesiones? ¿Los recuerdos que nos evocan? ¿Quiénes somos si lo perdemos? Preguntas que hoy en día están muy vigentes, incluso cuando hablamos de la identidad cultural de una comunidad.

Los recuerdos no son un registro exacto del pasado y lo que recordamos esta influenciado por las emociones que nos produce. Recordar es un proceso defectuoso, algo que lejos de ser malo que nos permite, en cierta manera, evitar revivir traumas o anclarnos al pasado

Una casita a las afueras (o porque me toca de fondo)

Como he dicho «La casa» es una obra que me toca de cerca. Os lo explico.

Durante la segunda mitad del siglo XX se produjo el éxodo rural, un fenómeno mundial del que España no estuvo exenta. Durante este tiempo muchos jóvenes se marcharon del campo a la ciudad para encontrar un trabajo en una naciente industria. El resultado fue el progresivo vaciamiento de las zonas rurales.

Con el paso del tiempo los inmigrantes se asentaron definitivamente. Poco a poco las familias de esta primera generación de inmigrantes volvían “al pueblo por vacaciones”. Lo que comúnmente se llama “ir al pueblo”.

Pero aquellas familias que habían nacido y crecido originalmente en las grandes ciudades, no tenían pueblo al que ir. Así que “se puso de moda” que con los primeros ahorros comprar una segunda vivienda, algo que Paco Roca plasma en su cómic. Algo retirada de la ciudad, con un poco de jardín, pero no muy lejos de la primera. Chalets y adosados comenzaron a crecer a las afueras de las ciudades dormitorio, para recrear la sensación de salir de la ciudad.

Yo soy de esos segundos, cuyos padres compraron una casita a las afueras.

En mi caso la casa no era más que un adosado a unos 10 minutos en coche de donde vivíamos. No destacaba de las otras que estaban alrededor. El tiempo hizo su labor y la uniformidad de las casitas fue desapareciendo, en favor de buen o mal gusto de sus habitantes. En aquellos tiempos la compra de esta segunda vivienda obligaba a que la familia trabajar arreglando y adecentando la casa para las vacaciones.

De esta manera, ahora recuerdo tener que ayudar a montar una pérgola con tubos de acero, podar la parra que daban sombra o regar el jardín cuando caía el sol. Pero también recuerdo las paellas en familia que mi madre hacía, la casita en el patio que nos hizo mi padre o las tardes infinitas en la calle.

Viñeta de La casa donde se realiza una metafora de que es tirar cosas versus tirar recuerdos
Tirar cosas vs tirar recuerdos

Y al final…

«La Casa» siendo un cómic corto y casi «tontón» – nótese que esta dicho con cariño – que me ha llegado al corazón. En mi caso ha jugado a varios niveles.

El primero haciéndome ser consciente de que el tiempo con mi padre arreglando “el chalet” no fue tiempo desperdiciado, sino tiempo de calidad con él, en que aprendí muchas de las cosas que hoy doy por supuestas: desde manejar un destornillador a cambiar una rueda.

En segundo lugar, me hace recapacitar en la relación que quiero tener con M – mi hija – y como es ahora el momento en que está construyendo sus recuerdos sobre todo lo que la rodea. Esto es en cierto modo abrumador porque la sensación de hacerlo todo mal es una constante en un padre

Para finalizar, me hace pensar en todos esos buenos y malos momentos que hemos vivido y cuánto pesa la nostalgia en ellos.

 Sea como sea… te quiero papa, te quiero mama

kdelamo

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